Cadena de Oración

Día Seleccionado Jueves

1. Hacer el signo de la cruz y rezar el símbolo de los apóstoles o el acto de contrición

 

2. Rezar el Padrenuestro

3. Rezar 3 Avemarías y Gloria.

4. Anunciar el primer misterio. Rezar el Padrenuestro.

5. Rezar 10 Avemarías, Gloria y Jaculatoria.

6. Anunciar el segundo misterio. Rezar el Padrenuestro.

7. Rezar 10 Avemarías, Gloria y Jaculatoria.

8. Anunciar el tercer misterio. Rezar el Padrenuestro.

9. Rezar 10 Avemarías, Gloria y Jaculatoria.

10. Anunciar el cuarto misterio. Rezar el Padrenuestro.

11. Rezar 10 Avemarías, Gloria y Jaculatoria.

12. Anunciar el quinto misterio. Rezar el Padrenuestro.

13. Rezar 10 Avemarías, Gloria y Jaculatoria.

14. Rezar la Salve

ORACIONES DEL ROSARIO

SEÑAL DE LA CRUZ
+
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. +En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
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SÍMBOLO DE LOS APÓSTOLES
Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
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ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca mas pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
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PADRENUESTRO
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
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AVEMARÍA
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
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GLORIA
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
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JACULATORIAS
Puede usarse una de estas dos:

SALVE
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración. Omnipotente y sempiterno Dios, que con la cooperación del Espíritu Santo, preparaste el cuerpo y el alma de la gloriosa Virgen y Madre María para que fuese merecedora de ser digna morada de tu Hijo; concédenos que, pues celebramos con alegría su conmemoración, por su piadosa intercesión seamos liberados de los males presentes y de la muerte eterna. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
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El bautismo de Jesús en el río Jordán

(Mt. 3, 13-17) 

Por entonces vino Jesús de Galilea al Jordán, para encontrar a Juan y para que éste lo bautizara. Juan quiso disuadirlo y le dijo: «¿Tú vienes a mí? Soy yo quien necesita ser bautizado por ti.»
Jesús le respondió: «Deja que hagamos así por ahora. De este modo respetaremos el debido orden.» Entonces Juan aceptó.
Una vez bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Al mismo tiempo se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido.»

 

 

 

Jesús es la luz y el agua que da la vida nueva; quien sacia su sed en él, jamás tendrá necesidad de otra satisfacción. Contemplar este misterio nos debe llenar de la luz que necesitamos para superar los momentos de tinieblas que se nos pueden presentar en el andar cotidiano y colmarnos de una esperanza cierta. Vivir según las enseñanzas de Jesús no garantiza que no vamos a tener pesares y dolor. Siempre estarán presente los contratiempos, las enfermedades, las crisis; sí nos garantiza que, en medio de esas tinieblas, contamos con la luz de Jesús que jamás nos abandona y nos regala su gracia para superar la oscuridad.  

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La autorrevelación de Jesús en el milagro de las bodas de Caná

(Jn. 2, 1-12) 

Tres días más tarde se celebraba una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. También fue invitado Jesús a la boda con sus discípulos. Sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino.» Jesús le respondió: «Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? Aún no ha llegado mi hora.»
Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga.»
Había allí seis recipientes de piedra, de los que usan los judíos para sus purificaciones, de unos cien litros de capacidad cada uno. Jesús dijo: «Llenen de agua esos recipientes.» Y los llenaron hasta el borde. «Saquen ahora, les dijo, y llévenle al mayordomo.» Y ellos se lo llevaron.
Después de probar el agua convertida en vino, el mayordomo llamó al novio, pues no sabía de dónde provenía, a pesar de que lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Y le dijo: «Todo el mundo sirve al principio el vino mejor, y cuando ya todos han bebido bastante, les dan el de menos calidad; pero tú has dejado el mejor vino para el final.»
Esta señal milagrosa fue la primera, y Jesús la hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
Jesús bajó después a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permanecieron allí solamente algunos días.

 

 

 

¿Qué nos dice Jesús? ¿Cuáles son las tinajas que debemos llenar de agua para que él haga el milagro? Cada uno debe conocer y reconocer sus talentos -sus tinajas- y llenarlas de agua generosamente; con ella, Jesús hará el milagro y convertirá nuestro "poco" en "mucho".

Los hombres tenemos la misión de construir un mundo mejor, pero solos, con nuestras fuerzas, no podemos; necesitamos que Jesús complete la tarea. Debemos poner todo de nuestra parte y confiar que él hará el resto. Debemos hacer nuestro esfuerzo y confiar en que "nuestra agua" va a "ser vino" en las manos de Jesús.

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El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión

(Lc. 4, 14-21) 

Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu, y su fama corrió por toda aquella región. Enseñaba en las sinagogas de los judíos y todos lo alababan.
Llegó a Nazaret, donde se había criado, y el sábado fue a la sinagoga, como era su costumbre. Se puso de pie para hacer la lectura, y le pasaron el libro del profeta Isaías. Jesús desenrolló el libro y encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos, y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
Jesús entonces enrolló el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó, mientras todos los presentes tenían los ojos fijos en él. Y empezó a decirles: «Hoy les llegan noticias de cómo se cumplen estas palabras proféticas.»

 

 

 

La presencia de Jesús en la historia cambia todo. Nadie puede quedar cautivo; nada debe cercenar nuestra libertad; ni la manipulación ideológica, ni los medios de comunicación social, ni la ambición desmedida, ni la economía despiadada. Nadie debe permanecer en la oscuridad de la ceguera que impide descubrir y ver el verdadero sentido de la vida. Ninguna opresión debe impedir que la persona crezca gozando plenamente de sus derechos y viviendo con dignidad.

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La transfiguración de Jesús 

(Mt. 17, 1-9) 

Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte alto. A la vista de ellos su aspecto cambió completamente: su cara brillaba como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz. En seguida vieron a Moisés y Elías hablando con Jesús.
Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, levantaré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaba Pedro todavía hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz que salía de la nube dijo: «¡Este es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido, escúchenlo!»
Al oír la voz, los discípulos se echaron al suelo, llenos de miedo. Pero Jesús se acercó, los tocó y les dijo: «Levántense, no tengan miedo.» Ellos levantaron los ojos, pero ya no vieron a nadie más que a Jesús.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.» 

 

 

 

¡Qué bien se está junto a Dios! Dichosos aquellos que son capaces de percibirlo y sentirse plenos. Dichosos porque, lamentablemente, no todos están preparados para gozar de las cosas de Dios, para disfrutar con las cosas de Dios. Quienes pueden colmarse con la plenitud de la presencia del Señor es porque han ido afinando su espíritu para aprovecharlo; contemplemos, entonces, la divinidad de Jesús para aprender a gozar con ella cada día más.

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La institución de la Eucaristía

(Mc. 14, 22-25) 

Durante la comida Jesús tomó pan, y después de pronunciar la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomen; esto es mi cuerpo.» Tomó luego una copa, y después de dar gracias se la entregó; y todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que será derramada por una muchedumbre. En verdad les digo que no volveré a probar el zumo de cepas hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.»

 

 

 

Jesús quiso ser nuestro pan para quedarse entre nosotros. El pan que es fruto de la tierra y del trabajo de los hombres; un alimento sencillo, que no cansa aunque se coma todos los días, sacia el hambre y nutre.

Un producto que es el resultado de muchas manos que contribuyen a que llegue a la mesa: los que preparan la tierra, los que siembran, los que cosechan, los que trabajan en los molinos harineros, los que amasan y cocinan: pan nacido del esfuerzo de muchos y con destino de comunidad porque el pan que se comparte y reparte es el que se multiplica.

Jesús eligió hacerse pan para ser alimento de los hombres; quiso quedarse entre nosotros. Es un Dios cercano que, con su cuerpo y su sangre bajo las especies del pan y del vino, permanece acompañándonos en la forma sacramental. Un Dios cercano que es Verbo y, con su palabra en la Biblia, también está a nuestro lado.

Un Dios cercano que prometió que cuando dos o tres nos reuniéramos en su nombre, él iba a hacerse presente dejando así su luz entre los hombres para siempre.

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